Quiero dar un aplauso a la mujer de mi vida. Su paciencia ejemplar en las noches de fastidiosa enfermedad, su ímpetu para hacerme caminar, su rigor ante la vida para demostrar que su sexo no es debilidad. Quiero hacer alabanza por los ratos libres que me brinda, por los logros que día a día obtiene, por los errores que la hacen única, por los cálidos gritos de esperanza.
Gracias a la mujer de mi vida por darme tanto, por darme la fe en un trozo de su voz. Gracias por todo, Elizabeth.
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