22 diciembre 2010

Para ponerse de pie

Es raro darse cuenta de la fortaleza que puede tener alguien cuando está en la recta final. Me pregunto si es por valor y deseo de seguir pisando el suelo, o es el temor dejar de hacerlo. Cualquiera que sea me sigue dejando sorprendida esa fase de enfrentar lo que venga a los 80 años de edad...aunque sería preciso destacar que a esa edad no hay mucho a que tenerle miedo, según yo. Pero regresando a la idea principal sólo quiero mencionar cómo es que mi abue pone en marcha lo que cree y lo que dice, ejemplo de congruencia mayor no he visto. Puesta en marcha hacia el hospital, cinco días de la semana, acude para ser víctima de cientos de descargas de radiaciones en algunas zonas de su cuerpo, como “cuchillos fríos”, dice, que atraviesan hasta su aura.

Es cierto, se lamenta, y con todo y eso tiene la idea de continuar siendo un experimento más de la medicina contemporánea. Según esto podrá mejorar conforme la terapia avance, aunque admito creer que el poder de sugestión de Lola es más grande que esa máquina de vibraciones, luces y sonidos que la ultraja; seguramente esa es la cura. Y me da gusto verla así de tranquila, tan cotidiana, tan sí misma, con un aire de indiferencia a juzgar de bueno o malo lo que le presenta la vida. Me extraña, me sorprende su capacidad de pararse frente al día de hoy –y hasta que ella o el tiempo quieran- para vivir las horas venideras, pisando el sueño aun en la recta final.

¡Vamos! Qué dieran muchos, incluso yo, por tener el valor de pararme en cualquier día con la misma indiferencia de si es bueno o malo lo que venga, sólo con la postura de vivir las cosas, vivirlas y nada más.

... y entonces buscamos un camino.

... y entonces buscamos un camino.