19 mayo 2010

Ese alguien...

Un día conocí a alguien de un modo peculiar. Ese alguien comenzó a conocerme, a quererme...yo tenía miedo y sólo pude conocer y no querer. Ese alguien quiso ser parte de mi vida, yo no pude aceptar eso porque tampoco tenía mucho qué ofrecer. En esos días descubrí magia en los momentos que coincidieron nuestros pasos, entonces conocí más a ese alguien y comencé a querer. Para entonces ese alguien ya no quiso ser parte de mi vida, pero yo ya no podía dejar de querer. Durante más días estuvimos cerca, pero nunca tanto como para estallar juntos en la vida...y quizá sea por eso que las cosas no estuvieron a mi favor. Un día ese alguien tuvo que partir, yo me quede queriendo y tuve miedo otra vez. Le seguí la huella a ese alguien y fuimos parte de nuestras vidas sin estar juntos. Vivimos 27 días cerca...27 días entre querer, temer, hacer, creer, crecer. Para otro día yo regresé con las manos extrañas. Ese alguien se quedo con las manos...llenas o vacías, no lo sé. Un día me di cuenta de que querer y no tener es más pesado que tener y no querer. Aprendí que ese alguien tiene algo que yo poseo, pero tiene más cosas que no poseo...porque además no se pueden ver. Otro día día simplemente me cansé de creer, y no de querer precisamente. Ese día decidí dentener nuestra historia, ponerme reordenar mi sentido de la vida. No lo dejé, no me dejó, sólo dejamos de estar juntos...mejor dicho, dejamos de estar cerca. Ese alguien se quedó ahi dentro de mis letras. Yo me puse a leer esas letras. Me encontré con ese alguien y decidí ponerlo en una sola hoja. El resto del libro todavía me falta por leer...

01 mayo 2010

No sé qué...

Lola tiene cáncer y no sé qué pensar. En algún momento me hice a la idea de que eso era un hecho, justo antes de que se lo diagnosticaran; ahora es distinto, no sólo es mi idea. Un papel bastó para saber esta noticia, unas líneas médicas, algo tan grande en tan poco espacio y en tan pocas letras. No sé qué sentir. Guardo silencio e imagino a mi abue entrando a mi recámara como acostumbra siempre, diciendo en voz baja y chistosa algún tipo de oración imperativa: ya duérmete. Acaricia sus labios y su lengua los moja rápidamente, sus manos son rígidas por la extraña e inoportuna artritis que las envuelve, su cabello en blanco es parecido al de mis muñecas…vulnerable y muy delgado. Ella entera se mueve bajo su propio pie y, mejor aún, bajo sus propias ideas y deseos. Tiene esa tendencia a reírse conmigo por estupideces, de contarme su pasado y de llenarme de consejos. Mientras me habla sus ojos expresan emociones que sólo ella ha podido experimentar en su larga vida, casi nunca se queja y por el contrario prefiere mandarnos a la chingada de la manera más atinada y menos molesta para uno. Ella es tan auténtica y radiante que poco puedo imitarle a esta edad. No sé qué decir. Sólo dejo derramar una lágrima en este cuarto, pensando en que aquel ser de brazos cálidos simplemente está enfermo y en mis manos no hay mucho qué hacer al respecto. Derramo una lágrima más. La serie de cosas que hemos hecho juntas pasan por mi mente uno a uno, somos cómplices de nuestros secretos, de nuestra relación única y transparente. Y siento que los dedos de las manos no me alcanzan para enumerar lo que hemos compartido, las letras no son suficientes para agradecer lo mucho que me ha enseñado. Entonces comienzo a llorar… porque un día simplemente dejará de estar aquí parada en mi cuarto, viendo que escribo –como hoy, a media noche- y pidiéndome que vaya a dormir.

... y entonces buscamos un camino.

... y entonces buscamos un camino.