Esa facilidad para sorprenderse parece que se extingue con la edad, es cierto. Pero también es cierto que tal capacidad se mantiene mientras queramos estar expuestos a los pequeños rasgos de la cotidianidad para que éstos nos roben una risa, un grito, un suspiro, un asombro. Qué importa si los demás dicen que soy una simplona o una niña por la tendencia a quedar boquiabierta con "cualquier" cosa, a mí la edad no me hace menos vulnerable a la felicidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario